Este
artículo trata sobre la rama de la filosofía. Para la obra de Aristóteles,
véase Metafísica (Aristóteles).
La
metafísica (del latín metaphysica, y este del griego μετὰ φυσική, «más allá de
la física»)1 es una rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura,
componentes y principios fundamentales de la realidad.2 3 4
La
metafísica aborda problemas centrales de la filosofía, como lo son los
fundamentos de la estructura de la realidad y el sentido y finalidad última de
todo ser. La metafísica tiene dos temas principales: el primero es la
ontología, que en palabras de Aristóteles viene a ser la ciencia que estudia el
ser en cuanto tal. El segundo es el de la teleología, que es el estudio de los
fines como causa última de la realidad. Existe, sin embargo, un debate que
sigue aún hoy sobre la definición del objeto de estudio de la metafísica, sobre
si sus enunciados tienen propiedades cognitivas.
La
metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la
investigación científica. Según Immanuel Kant, una afirmación es metafísica
cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto («cuando emite un
juicio sintético sobre un asunto») que por principio escapa a toda posibilidad
de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han
sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la
metafísica. Kant la calificó de «necesidad inevitable». Arthur Schopenhauer
incluso definió al ser humano como «animal metafísico».
Etimología[editar]
Platón y Aristóteles en La
escuela de Atenas, de Rafael Sanzio. Aristóteles es considerado como el padre
de la metafísica, sin embargo, Parménides fue su antecedente.
La palabra «metafísica» deriva
del griego μετὰ φυσική, que significa «más allá de la naturaleza o más allá de la
física», proviene del título puesto por Andrónico de Rodas (Siglo I a. C.) a
una colección de escritos de Aristóteles. Esto no implica que la metafísica
haya nacido con Aristóteles, sino que es de hecho más antigua, dado que hay
casos de pensamiento metafísico en los filósofos presocráticos. Platón estudió
en diversos diálogos lo que es el ser, con lo que preparó el terreno a
Aristóteles de Estagira, que elaboró lo que él llamaba una «filosofía primera»,
cuyo principal objetivo era el estudio del ser en cuanto tal, de sus atributos
y sus causas.
El término «metafísica»
proviene de una obra de Aristóteles compuesta por catorce volúmenes (rollos de
papiro), independientes entre sí, que se ocupan de diversos temas generales de
la filosofía. Estos libros son de carácter esotérico, es decir, Aristóteles
nunca los concibió para la publicación. Por el contrario, son un conjunto de
apuntes o notas personales sobre temas que pudo haber tratado en clases o en
otros libros sistemáticos.
El peripatético Andrónico de
Rodas al sacar la primera edición de las obras de Aristóteles ordenó estos
libros detrás de los ocho libros sobre física (μετὰ [τὰ] φυσικά). De allí surgió el
concepto de «metafísica», que en realidad significa: «aquello que en el estante
está después de la física», pero que también de manera didáctica significa:
«aquello que sigue a las explicaciones sobre la naturaleza» o «lo que viene
después de la física», entendiendo «física» en su acepción antigua que se refería
al estudio de la φύσης, es decir, de la naturaleza y sus fenómenos, no
limitados al plano material necesariamente.
En la Antigüedad la palabra
«metafísica» no denotaba una disciplina particular concerniente al interior de
la filosofía, sino el compendio de rollos de Aristóteles ya mencionado. Sólo es
a partir del siglo XIII que la metafísica pasa a ser una disciplina filosófica
especial que tiene como objeto el ente en cuanto ente. Es hacia ese siglo
cuando el conocimiento de las teorías aristotélicas se comienza a conocer en el
Occidente latino gracias al influjo de pensadores musulmanes como el persa
Avicena y el andalusí Averroes.
A partir de entonces la
metafísica pasa a ser la más alta disciplina filosófica, y así hasta la Edad
Moderna. Con el tiempo la palabra «metafísica» adquirió el significado de
«difícil» o «sutil» y en algunas circunstancias se utiliza con un carácter peyorativo,
pasando a significar «especulativo, dudoso o no científico». En este sentido,
también la metafísica es considerada como un modo de reflexionar con demasiada
sutileza en cualquier materia que discurriese entre lo oscuro y difícil de
comprender.
Objetivo de la
metafísica[editar]
La metafísica pregunta por los
fundamentos últimos del mundo y de todo lo existente. Su objetivo es lograr una
comprensión teórica del mundo y de los principios últimos generales más
elementales de lo que hay, porque tiene como fin conocer la verdad más profunda
de las cosas, por qué son lo que son; y, aún más, por qué son.5
Tres de las preguntas
fundamentales de la metafísica son:
¿Qué es ser?
¿Qué es lo que hay?
¿Por qué hay algo, y no más
bien nada?
No sólo se pregunta entonces
por lo que hay, sino también por qué hay algo. Además aspira a encontrar las
características más elementales de todo lo que existe: la cuestión planteada es
si hay características tales que se le puedan atribuir a todo lo que es y si
con ello pueden establecerse ciertas propiedades del ser.
Algunos de los conceptos
principales de la metafísica son: ser, nada, existencia, esencia, mundo,
espacio, tiempo, mente, Dios, libertad, cambio, causalidad y fin.
Algunos de los problemas más
importantes y tradicionales de la metafísica son: el problema de los
universales, el problema de la estructura categorial del mundo, y los problemas
ligados al espacio y el tiempo.
El concepto de ser[editar]
Lo que es decisivo para
distinguir los diferentes tipos de metafísica es el concepto de ser. La
tradición distingue dos tipos de enfoques esencialmente distintos:
Concepto unívoco de ser[editar]
Según este enfoque, «ser» es la
característica más general de diferentes cosas (llamadas entes o entidades),
aquello que sigue siendo igual a todos los entes, después de que se han
eliminado todas las características individuales a los entes particulares, esto
es: el hecho de que «sean», esto es, el hecho de que a todas ellas les
corresponda «ser» (cfr. diferencia ontológica).
Este concepto de «ser» es la
base de la «metafísica de las esencias». Lo opuesto al «ser» viene a ser en
este caso la «esencia», a la cual simplemente se le agrega la existencia. En
cierto sentido no se diferencia ya mucho del concepto de la nada. Un ejemplo de
ello lo dan ciertos textos de la filosofía temprana de Tomás de Aquino (De ente
et essentia).
Concepto analógico del
ser[editar]
Según este enfoque, el «ser»
viene a ser aquello que se le puede atribuir a «todo», aunque de distintas
maneras (analogía entis). El ser es aquello, en lo que los diferentes objetos
coinciden y en lo que, a su vez, se distinguen.
Este enfoque del ser es la base
de una metafísica (dialéctica) del ser. El concepto opuesto a ser, es aquí la
nada, ya que nada puede estar fuera del ser. La filosofía tardía de Tomás de
Aquino nos brinda un ejemplo de esta comprensión de «ser» (Summa theologica)
Sistematización y
método[editar]
Tradicionalmente la metafísica
se divide en dos ramas:
Metafísica general (metaphysica
generālis): pregunta por las categorías más generales del ser y por eso también
es llamada «filosofía fundamental». Se ocupa de qué son las cosas, las
propiedades y los procesos, según su esencia y en qué relación están entre sí.
En tanto se ocupa de lo que hay, se conoce como ontología.
Metafísica especial
(metaphysica speciālis), que se divide en:
La teología natural (también
llamada teología filosófica o teología racional) estudia a Dios a través de
métodos racionales (es decir, sin recurrir al misticismo o a la fe).
La psicología racional:
(también llamada filosofía del hombre, psicología metafísica o psicología
filosófica) se ocupa del alma o mente del hombre.
La cosmología racional:
investiga el mundo en general. En tanto disciplina de la estructuración del
mundo material como un sistema natural de sustancias físicas, ya desde la
antigüedad se solía cruzar con la filosofía de la naturaleza.
La metafísica puede proceder de
distintas maneras:
Es especulativa, cuando parte
de un principio supremo, a partir del cual va interpretando la totalidad de la
realidad. Un principio de este tipo podría ser la idea, Dios, el ser, la
mónada, el espíritu universal, o la voluntad.
Es inductiva, en su intento de
consolidar de manera unificada los resultados asociados a todas las ciencias
particulares, configurando una imagen metafísica del mundo.
Es reduccionista (ni
empírico-inductiva, ni especulativa-deductiva), cuando se la entiende como un
mero constructo especulativo a base de presupuestos de los cuales los seres
humanos siempre han tenido que partir para poder llegar a conocer y actuar.
Historia de la
metafísica[editar]
Edad Antigua[editar]
Presocráticos[editar]
Ya desde los inicios de la
filosofía en Grecia, con los llamados filósofos presocráticos, se aprecian los
intentos de entender el universo todo a partir de un principio (originario)
único y universal, el αρχη (arjé).
Parménides de Elea (siglo VI-V
a. C.) es considerado el fundador de la ontología. Es él quien utiliza por
primera vez el concepto de ser/ente en forma abstracta. Este saber, metafísico,
comenzó cuando el espíritu humano se hizo consciente de que lo real sin más no
es lo que nos ofrecen los sentidos, sino lo que se capta con el pensamiento.
(«Lo mismo es pensar y ser») Es lo que él llama «ser», y que caracteriza a
través de una serie de determinaciones conceptuales que están al margen de los
datos de los sentidos, como ingénito, incorruptible, inmutable, indivisible,
uno, homogéneo, etc.
Parménides expone su teoría con
tres principios: «el ser (o el ente) es y el no-ser no es», «nada puede pasar
del ser al no-ser y viceversa» y «lo mismo es el pensar que el ser» (esto
último se refiere a que no puede existir lo que no puede ser pensado).
A partir de su afirmación
básica («el ser es, el no-ser no es») Parménides deduce que el ser es
ilimitado, ya que lo único que podría limitarlo es el no-ser; pero como el no-ser
no es, no puede establecer limitación alguna.
Por lo tanto, según deducirá
Meliso de Samos, el ser es infinito (ilimitado en el espacio) y eterno
(ilimitado en el tiempo).
La influencia de Parménides es
decisiva en la historia de la filosofía y del pensamiento mismo. Hasta
Parménides, la pregunta fundamental de la filosofía era: ¿de qué está hecho el
mundo? (a lo que algunos filósofos habían respondido que el elemento
fundamental era el aire, otros que era el agua, otros un misterioso elemento indeterminado,
etc.) Parménides instaló al «ser» (esse) en la escena como objeto principal del
discurrir filosófico. El próximo paso decisivo lo dará Sócrates.
Sócrates[editar]
La filosofía de Sócrates
(470-399 a. C.) se centra en la moral. Su pregunta fundamental es: ¿qué es el
bien?. Sócrates creía que si se lograba extraer el concepto del bien se podía
enseñar a la gente a ser buena (como se enseña la matemáticas, por ejemplo) y
se acabaría así con el mal. Estaba convencido de que la maldad es una forma de
ignorancia, doctrina llamada intelectualismo moral. Desarrolló la primera
técnica filosófica que se conoce: la mayéutica. Consistía en preguntar y volver
a preguntar sobre las respuestas obtenidas una y otra vez, profundizando cada
vez más. Con ello pretendía llegar al «logos» o la razón final que hacía que
una cosa fuera esa cosa y no otra. Este «logos» es el embrión de la «idea» de
Platón, su discípulo.
Platón[editar]
El punto central de la
filosofía de Platón (427-347 a. C.), lo constituye la teoría de las Ideas.
Platón observó que el logos de Sócrates era una serie de características que
percibimos en los objetos (físicos o no) y están asociadas a él. Si a ese logos
lo separamos del objeto físico y le damos existencia formal, entonces se llama
«idea» (la palabra «idea» la introdujo Platón). En los diálogos platónicos
aparece Sócrates preguntando por lo que es justo, valeroso, bueno, etc. La
respuesta a estas preguntas presupone la existencia de ideas universales
cognoscibles por todos los seres humanos que se expresan en estos conceptos. Es
a través de ellas que podemos captar el mundo en constante transformación.
Las ideas son el paradigma de
las cosas. Su lugar está entre el ser y el no-ser. Son anteriores a las cosas,
que participan (methexis) de ellas. En sentido estricto sólo ellas son. Las
cosas particulares que vemos sólo representan copias más o menos exactas de las
ideas. La determinación o definición de las ideas se obtiene a través del
ejercicio dialógico riguroso, enmarcado en determinado contexto histórico y
coyuntural, delimitando aquello en lo que se ha centrado la investigación (la
idea).
Con la teoría de las Ideas
Platón pretende probar la posibilidad del conocimiento científico y del juicio
imparcial. El hecho de que todos los seres humanos tengan la posibilidad de
acceder a un mismo conocimiento, tanto en el campo de las matemáticas, como en
el de la ética, lo explica a través de la teoría del «recuerdo» (ἀνάμνησις), según la cual
recordamos las ideas eternas que conocimos antes de nuestro nacimiento. Con
ello Platón explica la universalidad de la capacidad racional de todos los
seres humanos, enfrentándose a algunos de sus contemporáneos que sostenían la
incapacidad de acceder al conocimiento por parte de esclavos o pueblos
no-helénicos, entre otros.
La tradición postplatónica
muchas veces entendió la teoría de las Ideas de Platón, en el sentido de que
habría supuesto una existencia de las ideas separada de la existencia de las
cosas. Esta teoría de la duplicación de los mundos, en la Edad Media condujo a
la polémica sobre los universales.
Aristóteles[editar]
Aristóteles (384-322 a. C.)
nunca usó la palabra «metafísica» en su obra conocida como Metafísica. Dicho
título se atribuye al primer editor sistemático de la obra del estagirita,
Andrónico de Rodas, que supuso que, por su contenido, los catorce libros que
agrupó debían ubicarse después de la «física» y por esa razón usó el prefijo
«μετὰ» (más allá de... o después
de...) En su análisis del ente, Aristóteles va más allá de la materia, al
estudiar las cualidades y potencialidades de lo existente para acabar hablando
del «ser primero», el «motor inmóvil» y generador no movido de todo movimiento,
que más tarde sería identificado con Dios.
Para Aristóteles la metafísica
es la ciencia de la esencia de los entes y de los primeros principios del ser.
El ser se dice de muchas maneras y éstas reflejan la esencia del ser. En ese
sentido elabora ser, independientemente de las características momentáneas,
futuras y casuales. La ousía (generalmente traducido como sustancia) es aquello
que es independiente de las características (accidentes), mientras que las
características son dependientes de la ousía. La ousía es lo que existe en sí,
en contraposición al accidente, que existe en otro. Gramaticalmente o
categorialmente, se dice que la sustancia es aquello a lo que se adscribe
características, es decir, es aquello sobre lo cuál se puede afirmar (predicar)
algo. Aquello que se afirma sobre las sustancias son los predicados.
A la pregunta de qué sería
finalmente la esencia que permanece inmutable, la respuesta de Aristóteles
viene a ser que la ousía es una forma determinante –el eidos- es el origen de
todo ser, es decir, que por ejemplo en el eidos de Sócrates, lo que en su forma
humana, determina su humanidad. Y también la que determina que siendo el hombre
por naturaleza libre y no siendo el esclavo libre, determina que el esclavo sea
parte constitutiva de su amo, es decir, que no sea sólo esclavo de su amo en
determinada coyuntura y desde determinada perspectiva, sino que sea esclavo por
naturaleza.
Edad Media[editar]
En la Edad Media, se dio el
debate sobre la distinción y orden de jerarquías entre la metafísica y la
teología, en especial en la escolástica. La cuestión de la distinción entre
metafísica y teología es también omnipresente en la filosofía moderna.
En el islam[editar]
Detalle del fresco de Andrea
Bonaiuto El Triunfo de Santo Tomás, con la imagen sentada en reposo y pensativa
de Averroes, apoyado posiblemente en algún libro de Aristóteles.
La llegada de la filosofía
griega al campo de influencia del islam no fue directa, sino que tiene que ver
con los cenobios cristianos en la península arábiga y los pertenecientes a
ideologías consideradas heréticas y que utilizaban la filosofía griega no como
un fin, sino como un instrumento que les servía para sus especulaciones
teológicas (como los monofisistas o los nestorianos), pero es por el interés utilitarista
en la medicina griega cuando empiezan a hacerse traducciones al persa que
después pasarían tardíamente al árabe.6
Cabe mencionar que en árabe no
existe el verbo «ser» y más difícilmente una construcción como «ser», que es un
verbo convertido en sustantivo. Es reseñable que la metafísica del mundo
islámico quedó influenciada en gran medida por la metafísica de Aristóteles.6
En el cristianismo[editar]
En la Edad Media la metafísica
es considerada la «reina de las ciencias» (Tomás de Aquino). Se proponen la
tarea de conciliar la tradición de la filosofía antigua con la doctrina
religiosa (musulmana, cristiana o judía). Con base en el neoplatonismo tardío
la metafísica medieval se propone reconocer el «verdadero ser» y a Dios a
partir de la razón pura.
Los temas centrales de la
metafísica medieval son la diferencia entre el ser terrenal y el ser celestial
(analogía entis), la doctrina de los trascendentales y las pruebas de la
existencia de Dios. Dios es el fundamento absoluto del mundo, del cual no se
puede dudar. Se discute si Dios ha creado el mundo de la nada (creación ex
nihilo) y si es posible acceder a su conocimiento a través de la razón o sólo a
través de la fe. Inspirados en la teoría de la duplicación de los mundos
atribuida a Platón su metafísica se manifiesta como una suerte de «dualismo»
del «acá» y del «más allá», de la «mera percepción sensible» y del «pensar puro
como conocimiento racional», de una «inmanencia» de la vida interior y una
«trascendencia» del mundo exterior.
Edad Moderna[editar]
La tradición moderna ha
dividido a la metafísica en: metafísica general u ontología, ciencia del ente
en tanto ente, y metafísica especial, que se divide en tres ramas:
Filosofía de la naturaleza,
también llamada cosmología racional o simplemente cosmología.
Filosofía del hombre, también
llamada psicología metafísica, psicología filosófica, psicología racional,
antropología metafísica o antropología filosófica.
Teología natural, también
llamada teodicea o teología racional.
Esta clasificación, que fue
propuesta entre otros por Christian Wolff, ha sido posteriormente discutida,
pero sigue siendo considerada canónica.7
Kant[editar]
La filosofía trascendental de
Kant significó un «giro copernicano» para la metafísica. Su posición frente a
la metafísica es paradigmática. Le atribuye ser un discurso de «palabras
huecas» sin contenido real, la acusa de representar «las alucinaciones de un
vidente», pero por otra parte recoge de ella la exigencia de universalidad.
Kant se propuso fundamentar una metafísica «que pueda presentarse como
ciencia». Para ello examinó primero la posibilidad misma de la metafísica. Para
Kant las cuestiones últimas y las estructuras generales de la realidad están
ligadas a la pregunta por el sujeto. A partir de este presupuesto dedujo que hay
que estudiar y juzgar aquello que puede ser conocido por nosotros. A través de
su criticismo se diferenció explícitamente de las posiciones filosóficas que
tienen como objeto la pregunta sobre qué es el conocimiento. Se alejó así de
las tendencias filosóficas imperantes, tales como el empirismo, el racionalismo
y el escepticismo. También a través del criticismo marcó distancia del
dogmatismo de la metafísica que -según Kant- se había convertido en una serie
de afirmaciones sobre temas que van más allá de la experiencia humana. Intentó
entonces llevar a cabo un análisis detallado de la facultad humana de conocer,
es decir, un examen crítico de la razón pura, de la razón desvinculada de lo
sensible (Crítica de la razón pura, 1781-1787). Para ello es decisivo el
presupuesto epistemológico de Kant de que al ser humano la realidad no se le
presenta tal como es realmente (en sí), sino tal como se le aparece debido a la
estructura específica de su facultad de conocimiento.
Como el conocimiento científico
también depende siempre de la experiencia, el hombre no puede emitir juicios
sobre cosas que no están dadas por las sensaciones (tales como «Dios», «alma»,
«universo», «todo», etc.) Por ello Kant dedujo que la metafísica tradicional no
es posible, porque el ser humano no dispone de la facultad de formar un
concepto basándose en la experiencia sensible de lo espiritual, que es la única
que permitiría la verificación de las hipótesis metafísicas. Como el pensar no
dispone de ningún conocimiento de la realidad en este aspecto, estos asuntos
siempre permanecerán en el ámbito de lo especulativo-constructivo. Entonces,
por principio, no es posible según Kant decidir racionalmente sobre preguntas
centrales tales como si Dios existe, si la voluntad es libre o si el alma es inmortal.
Las matemáticas y la física pueden formular juicios sintéticos a priori y, por
ello, alcanzar un conocimiento universal y necesario, un conocimiento
científico.
Idealismo alemán[editar]
Desde la crítica kantiana surge
el idealismo alemán, representada sobre todo por Fichte, Schelling y Hegel, y
que considera a la realidad como un acontecimiento espiritual en el que el ser
real es superado, siendo integrado en el ser ideal.
El idealismo alemán recoge el
giro trascendental de Kant, es decir que, en vez de entender la metafísica como
la búsqueda de la obtención del conocimiento objetivo, se ocupa de las
condiciones subjetivas de posibilidad de tal conocimiento. Así, se plantea
hasta qué punto el ser humano puede llegar a reconocer estas evidencias. Sin
embargo, rechaza que el conocimiento se limite a la experiencia posible y a los
meros fenómenos, y propone una superación de esta posición, volviendo a
postulados metafísicos que puedan reclamar validez universal: «conocimiento
absoluto» como se decía desde Fichte hasta Hegel. Si aceptamos que los
contenidos del conocimiento sólo valen en relación con el sujeto -como suponía
Kant- y consideramos que esta perspectiva es absoluta, es decir, es la
perspectiva de un sujeto absoluto, entonces el conocimiento válido para este
sujeto absoluto también tiene validez absoluta. A partir de este planteamiento
el idealismo alemán considera que puede superar la contradicción empírica entre
sujeto y objeto, para poder captar lo absoluto.
Hegel sostiene que de una identidad
pura y absoluta no puede surgir o entenderse una diferencia (esa identidad
sería como «la noche, en la que todas las vacas son negras»): no explicaría la
realidad en toda su diversidad. Por eso «la identidad de lo absoluto» debe
entenderse como que está desde su origen ya que contiene en sí la posibilidad y
la necesidad de una diferenciación. Esto implica que lo absoluto se realiza en
su identidad por el plasmado y la superación de momentos no idénticos, esto es,
la identidad dialéctica. A partir de este planteamiento Hegel desarrolla la
Ciencia de la lógica considerado, tal vez, como el último gran sistema de la
metafísica occidental.
Edad Contemporánea[editar]
Friedrich Nietzsche considera
que Platón es el iniciador del pensamiento metafísico y le hace responsable de
la escisión en el ser que tendrá luego formas variadas pero constantes. La
división entre mundo sensible y mundo inteligible, con su correlato
cuerpo-alma, y la preeminencia del segundo asegurada por la teoría de las Ideas
sitúa el mundo verdadero más allá de los sentidos. Esto deja fuera del pensar
el devenir, aquello no apresable en la división sensible-inteligible por su
carácter informe, y que también dejan escapar las subsiguientes divisiones
aristotélicas, como sustancia-accidente y acto-potencia.
Martin Heidegger dijo que
nuestra época es la del «cumplimiento de la metafísica», pues desde los inicios
del pensamiento occidental se han producido unos determinados resultados que
configuran un panorama del que el pensamiento metafísico no puede ya dar
cuenta. El propio éxito de la metafísica ha conducido fuera de ella. Ante esto,
la potencia del pensamiento consiste precisamente en conocer e intervenir sobre
lo conocido. Pero el pensamiento metafísico carece ya de potencia ya que ha
rendido sus últimos frutos.
Heidegger afirmó que la
metafísica es «el pensamiento occidental en la totalidad de su esencia». La
utilización del término «esencia» en esta definición, implica que la técnica
para estudiar la metafísica como forma de pensamiento, es o debe ser la metafísica
en el primer sentido antes indicado. Esto quiere decir que los críticos de la
metafísica como esencia del pensamiento occidental, son conscientes de que no
existe una «tierra de nadie» en que situarse, más allá de esa forma de
pensamiento; sólo el estudio atento y la modificación consciente y rigurosa de
las herramientas proporcionadas por la tradición filosófica, pueden ajustar la
potencia del pensamiento a las transformaciones operadas en aquello que la
metafísica estudiaba: el ser, el tiempo, el mundo, el hombre y su conocer. Pero
esa modificación supone a su vez un «salto» que toda la tradición del
pensamiento ha escenificado, ha fingido o soñado dar a lo largo de su
desarrollo. El salto fuera de la metafísica y por tanto, quizá la revocación de
sus consecuencias.
Heidegger caracterizó el
discurso metafísico por su impotencia para pensar la diferencia
óntico-ontológica, es decir, la diferencia entre los entes y el ser. La
metafísica refiere al ser el modelo de los entes (las cosas), pero aquél sería
irreductible a éstos: los entes son, pero el ser de los entes no puede
caracterizarse simplemente como éstos. El ser es pensado como ente supremo, lo
que le identifica con Dios; la pulsión ontoteológica es una constante en el
pensamiento occidental. Para Heidegger la metafísica es el «olvido del ser», y
la conciencia de este olvido debe abrir una época nueva, enfrentada a la
posibilidad de expresar lo dejado al margen del pensamiento.
La filosofía analítica fue
desde su nacimiento con autores como Russell y Moore muy escéptica respecto a
la posibilidad de una metafísica sistemática tal y como se había defendido
tradicionalmente. Esto se debe a que el nacimiento de la filosofía analítica se
debiera principalmente a un intento de rebelión contra el idealismo
neohegeliano entonces hegemónico en la Universidad británica. Sería a partir de
los años veinte cuando el Círculo de Viena, ofrecería una crítica total a la
metafísica como un conjunto de proposiciones carentes de significado por no
cumplir con los criterios verificacionistas del significado. No obstante esta
posición es hoy minoritaria en el panorama analítico, donde se ha recuperado el
interés por ciertos problemas clásicos de la metafísica como el de los
universales, la existencia de Dios y otros de tipo ontológico.
El postestructuralismo (Gilles
Deleuze, Michel Foucault, Jacques Derrida) retoma la crítica de Nietzsche, y
argumenta que lo no pensable en la metafísica es precisamente la «diferencia»
en tanto tal. La diferencia, en el pensar metafísico, queda subordinada a los
entes, entre los que se da como una «relación». La pretensión de «inscribir la
diferencia en el concepto» transformando éste y violentando para ello los
límites del pensamiento occidental aparece ya como una pretensión que lleva a la
filosofía más allá de la metafísica.
Objetivo de la metafísica[editar]
La metafísica pregunta por los fundamentos últimos del mundo y de
todo lo existente. Su objetivo es lograr una comprensión teórica del mundo y de
los principios últimos generales más elementales de lo que hay, porque tiene como
fin conocer la verdad más profunda de las cosas, por qué son lo que son; y, aún
más, por qué son.5
Tres de las preguntas fundamentales de la metafísica son:
¿Qué es ser?
¿Qué es lo que hay?
¿Por qué hay algo, y no más bien nada?
No sólo se pregunta entonces por lo que hay, sino también por qué
hay algo. Además aspira a encontrar las características más elementales de todo
lo que existe: la cuestión planteada es si hay características tales que se le
puedan atribuir a todo lo que es y si con ello pueden establecerse ciertas
propiedades del ser.
Algunos de los conceptos principales de la metafísica son: ser,
nada, existencia, esencia, mundo, espacio, tiempo, mente, Dios, libertad,
cambio, causalidad y fin.
Algunos de los problemas más importantes y tradicionales de la
metafísica son: el problema de los universales, el problema de la estructura
categorial del mundo, y los problemas ligados al espacio y el tiempo.
El concepto de ser[editar]
Lo que es decisivo para distinguir los diferentes tipos de
metafísica es el concepto de ser. La tradición distingue dos tipos de enfoques
esencialmente distintos:
Concepto unívoco de ser[editar]
Según este enfoque, «ser» es la característica más general de
diferentes cosas (llamadas entes o entidades), aquello que sigue siendo igual a
todos los entes, después de que se han eliminado todas las características
individuales a los entes particulares, esto es: el hecho de que «sean», esto
es, el hecho de que a todas ellas les corresponda «ser» (cfr. diferencia
ontológica).
Este concepto de «ser» es la base de la «metafísica de las
esencias». Lo opuesto al «ser» viene a ser en este caso la «esencia», a la cual
simplemente se le agrega la existencia. En cierto sentido no se diferencia ya
mucho del concepto de la nada. Un ejemplo de ello lo dan ciertos textos de la
filosofía temprana de Tomás de Aquino (De ente et essentia).
Concepto analógico del ser[editar]
Según este enfoque, el «ser» viene a ser aquello que se le puede
atribuir a «todo», aunque de distintas maneras (analogía entis). El ser es
aquello, en lo que los diferentes objetos coinciden y en lo que, a su vez, se
distinguen.
Este enfoque del ser es la base de una metafísica (dialéctica) del
ser. El concepto opuesto a ser, es aquí la nada, ya que nada puede estar fuera
del ser. La filosofía tardía de Tomás de Aquino nos brinda un ejemplo de esta
comprensión de «ser» (Summa theologica)
Sistematización y método[editar]
Tradicionalmente la metafísica se divide en dos ramas:
Metafísica general (metaphysica generālis): pregunta por las
categorías más generales del ser y por eso también es llamada «filosofía
fundamental». Se ocupa de qué son las cosas, las propiedades y los procesos,
según su esencia y en qué relación están entre sí. En tanto se ocupa de lo que
hay, se conoce como ontología.
Metafísica especial (metaphysica speciālis), que se divide en:
La teología natural (también llamada teología filosófica o
teología racional) estudia a Dios a través de métodos racionales (es decir, sin
recurrir al misticismo o a la fe).
La psicología racional: (también llamada filosofía del hombre,
psicología metafísica o psicología filosófica) se ocupa del alma o mente del
hombre.
La cosmología racional: investiga el mundo en general. En tanto
disciplina de la estructuración del mundo material como un sistema natural de
sustancias físicas, ya desde la antigüedad se solía cruzar con la filosofía de
la naturaleza.
La metafísica puede proceder de distintas maneras:
Es especulativa, cuando parte de un principio supremo, a partir
del cual va interpretando la totalidad de la realidad. Un principio de este
tipo podría ser la idea, Dios, el ser, la mónada, el espíritu universal, o la
voluntad.
Es inductiva, en su intento de consolidar de manera unificada los
resultados asociados a todas las ciencias particulares, configurando una imagen
metafísica del mundo.
Es reduccionista (ni empírico-inductiva, ni
especulativa-deductiva), cuando se la entiende como un mero constructo especulativo
a base de presupuestos de los cuales los seres humanos siempre han tenido que
partir para poder llegar a conocer y actuar.
Historia de la metafísica[editar]
Edad Antigua[editar]
Presocráticos[editar]
Ya desde los inicios de la filosofía en Grecia, con los llamados
filósofos presocráticos, se aprecian los intentos de entender el universo todo
a partir de un principio (originario) único y universal, el αρχη (arjé).
Parménides de Elea (siglo VI-V a. C.) es considerado el fundador
de la ontología. Es él quien utiliza por primera vez el concepto de ser/ente en
forma abstracta. Este saber, metafísico, comenzó cuando el espíritu humano se
hizo consciente de que lo real sin más no es lo que nos ofrecen los sentidos,
sino lo que se capta con el pensamiento. («Lo mismo es pensar y ser») Es lo que
él llama «ser», y que caracteriza a través de una serie de determinaciones
conceptuales que están al margen de los datos de los sentidos, como ingénito,
incorruptible, inmutable, indivisible, uno, homogéneo, etc.
Parménides expone su teoría con tres principios: «el ser (o el
ente) es y el no-ser no es», «nada puede pasar del ser al no-ser y viceversa» y
«lo mismo es el pensar que el ser» (esto último se refiere a que no puede
existir lo que no puede ser pensado).
A partir de su afirmación básica («el ser es, el no-ser no es»)
Parménides deduce que el ser es ilimitado, ya que lo único que podría limitarlo
es el no-ser; pero como el no-ser no es, no puede establecer limitación alguna.
Por lo tanto, según deducirá Meliso de Samos, el ser es infinito
(ilimitado en el espacio) y eterno (ilimitado en el tiempo).
La influencia de Parménides es decisiva en la historia de la
filosofía y del pensamiento mismo. Hasta Parménides, la pregunta fundamental de
la filosofía era: ¿de qué está hecho el mundo? (a lo que algunos filósofos
habían respondido que el elemento fundamental era el aire, otros que era el
agua, otros un misterioso elemento indeterminado, etc.) Parménides instaló al
«ser» (esse) en la escena como objeto principal del discurrir filosófico. El
próximo paso decisivo lo dará Sócrates.
Sócrates[editar]
La filosofía de Sócrates (470-399 a. C.) se centra en la moral. Su
pregunta fundamental es: ¿qué es el bien?. Sócrates creía que si se lograba
extraer el concepto del bien se podía enseñar a la gente a ser buena (como se
enseña la matemáticas, por ejemplo) y se acabaría así con el mal. Estaba
convencido de que la maldad es una forma de ignorancia, doctrina llamada intelectualismo
moral. Desarrolló la primera técnica filosófica que se conoce: la mayéutica.
Consistía en preguntar y volver a preguntar sobre las respuestas obtenidas una
y otra vez, profundizando cada vez más. Con ello pretendía llegar al «logos» o
la razón final que hacía que una cosa fuera esa cosa y no otra. Este «logos» es
el embrión de la «idea» de Platón, su discípulo.
Platón[editar]
El punto central de la filosofía de Platón (427-347 a. C.), lo
constituye la teoría de las Ideas. Platón observó que el logos de Sócrates era
una serie de características que percibimos en los objetos (físicos o no) y
están asociadas a él. Si a ese logos lo separamos del objeto físico y le damos
existencia formal, entonces se llama «idea» (la palabra «idea» la introdujo
Platón). En los diálogos platónicos aparece Sócrates preguntando por lo que es
justo, valeroso, bueno, etc. La respuesta a estas preguntas presupone la
existencia de ideas universales cognoscibles por todos los seres humanos que se
expresan en estos conceptos. Es a través de ellas que podemos captar el mundo
en constante transformación.
Las ideas son el paradigma de las cosas. Su lugar está entre el
ser y el no-ser. Son anteriores a las cosas, que participan (methexis) de
ellas. En sentido estricto sólo ellas son. Las cosas particulares que vemos
sólo representan copias más o menos exactas de las ideas. La determinación o
definición de las ideas se obtiene a través del ejercicio dialógico riguroso,
enmarcado en determinado contexto histórico y coyuntural, delimitando aquello
en lo que se ha centrado la investigación (la idea).
Con la teoría de las Ideas Platón pretende probar la posibilidad
del conocimiento científico y del juicio imparcial. El hecho de que todos los
seres humanos tengan la posibilidad de acceder a un mismo conocimiento, tanto
en el campo de las matemáticas, como en el de la ética, lo explica a través de
la teoría del «recuerdo» (ἀνάμνησις), según la cual recordamos las ideas
eternas que conocimos antes de nuestro nacimiento. Con ello Platón explica la
universalidad de la capacidad racional de todos los seres humanos,
enfrentándose a algunos de sus contemporáneos que sostenían la incapacidad de
acceder al conocimiento por parte de esclavos o pueblos no-helénicos, entre
otros.
La tradición postplatónica muchas veces entendió la teoría de las
Ideas de Platón, en el sentido de que habría supuesto una existencia de las
ideas separada de la existencia de las cosas. Esta teoría de la duplicación de
los mundos, en la Edad Media condujo a la polémica sobre los universales.
Aristóteles[editar]
Aristóteles (384-322 a. C.) nunca usó la palabra «metafísica» en
su obra conocida como Metafísica. Dicho título se atribuye al primer editor
sistemático de la obra del estagirita, Andrónico de Rodas, que supuso que, por
su contenido, los catorce libros que agrupó debían ubicarse después de la
«física» y por esa razón usó el prefijo «μετὰ» (más allá de... o después de...)
En su análisis del ente, Aristóteles va más allá de la materia, al estudiar las
cualidades y potencialidades de lo existente para acabar hablando del «ser
primero», el «motor inmóvil» y generador no movido de todo movimiento, que más
tarde sería identificado con Dios.
Para Aristóteles la metafísica es la ciencia de la esencia de los
entes y de los primeros principios del ser. El ser se dice de muchas maneras y
éstas reflejan la esencia del ser. En ese sentido elabora ser,
independientemente de las características momentáneas, futuras y casuales. La
ousía (generalmente traducido como sustancia) es aquello que es independiente
de las características (accidentes), mientras que las características son
dependientes de la ousía. La ousía es lo que existe en sí, en contraposición al
accidente, que existe en otro. Gramaticalmente o categorialmente, se dice que
la sustancia es aquello a lo que se adscribe características, es decir, es
aquello sobre lo cuál se puede afirmar (predicar) algo. Aquello que se afirma
sobre las sustancias son los predicados.
A la pregunta de qué sería finalmente la esencia que permanece
inmutable, la respuesta de Aristóteles viene a ser que la ousía es una forma
determinante –el eidos- es el origen de todo ser, es decir, que por ejemplo en
el eidos de Sócrates, lo que en su forma humana, determina su humanidad. Y
también la que determina que siendo el hombre por naturaleza libre y no siendo
el esclavo libre, determina que el esclavo sea parte constitutiva de su amo, es
decir, que no sea sólo esclavo de su amo en determinada coyuntura y desde
determinada perspectiva, sino que sea esclavo por naturaleza.
Edad Media[editar]
En la Edad Media, se dio el debate sobre la distinción y orden de
jerarquías entre la metafísica y la teología, en especial en la escolástica. La
cuestión de la distinción entre metafísica y teología es también omnipresente
en la filosofía moderna.
En el islam[editar]
Detalle del fresco de Andrea Bonaiuto El Triunfo de Santo Tomás,
con la imagen sentada en reposo y pensativa de Averroes, apoyado posiblemente
en algún libro de Aristóteles.
La llegada de la filosofía griega al campo de influencia del islam
no fue directa, sino que tiene que ver con los cenobios cristianos en la
península arábiga y los pertenecientes a ideologías consideradas heréticas y
que utilizaban la filosofía griega no como un fin, sino como un instrumento que
les servía para sus especulaciones teológicas (como los monofisistas o los
nestorianos), pero es por el interés utilitarista en la medicina griega cuando
empiezan a hacerse traducciones al persa que después pasarían tardíamente al
árabe.6
Cabe mencionar que en árabe no existe el verbo «ser» y más
difícilmente una construcción como «ser», que es un verbo convertido en
sustantivo. Es reseñable que la metafísica del mundo islámico quedó
influenciada en gran medida por la metafísica de Aristóteles.6
En el cristianismo[editar]
En la Edad Media la metafísica es considerada la «reina de las
ciencias» (Tomás de Aquino). Se proponen la tarea de conciliar la tradición de
la filosofía antigua con la doctrina religiosa (musulmana, cristiana o judía).
Con base en el neoplatonismo tardío la metafísica medieval se propone reconocer
el «verdadero ser» y a Dios a partir de la razón pura.
Los temas centrales de la metafísica medieval son la diferencia
entre el ser terrenal y el ser celestial (analogía entis), la doctrina de los
trascendentales y las pruebas de la existencia de Dios. Dios es el fundamento
absoluto del mundo, del cual no se puede dudar. Se discute si Dios ha creado el
mundo de la nada (creación ex nihilo) y si es posible acceder a su conocimiento
a través de la razón o sólo a través de la fe. Inspirados en la teoría de la
duplicación de los mundos atribuida a Platón su metafísica se manifiesta como
una suerte de «dualismo» del «acá» y del «más allá», de la «mera percepción
sensible» y del «pensar puro como conocimiento racional», de una «inmanencia»
de la vida interior y una «trascendencia» del mundo exterior.
Edad Moderna[editar]
La tradición moderna ha dividido a la metafísica en: metafísica
general u ontología, ciencia del ente en tanto ente, y metafísica especial, que
se divide en tres ramas:
Filosofía de la naturaleza, también llamada cosmología racional o
simplemente cosmología.
Filosofía del hombre, también llamada psicología metafísica,
psicología filosófica, psicología racional, antropología metafísica o
antropología filosófica.
Teología natural, también llamada teodicea o teología racional.
Esta clasificación, que fue propuesta entre otros por Christian
Wolff, ha sido posteriormente discutida, pero sigue siendo considerada
canónica.7
Kant[editar]
La filosofía trascendental de Kant significó un «giro copernicano»
para la metafísica. Su posición frente a la metafísica es paradigmática. Le
atribuye ser un discurso de «palabras huecas» sin contenido real, la acusa de
representar «las alucinaciones de un vidente», pero por otra parte recoge de
ella la exigencia de universalidad. Kant se propuso fundamentar una metafísica
«que pueda presentarse como ciencia». Para ello examinó primero la posibilidad
misma de la metafísica. Para Kant las cuestiones últimas y las estructuras
generales de la realidad están ligadas a la pregunta por el sujeto. A partir de
este presupuesto dedujo que hay que estudiar y juzgar aquello que puede ser
conocido por nosotros. A través de su criticismo se diferenció explícitamente de
las posiciones filosóficas que tienen como objeto la pregunta sobre qué es el
conocimiento. Se alejó así de las tendencias filosóficas imperantes, tales como
el empirismo, el racionalismo y el escepticismo. También a través del
criticismo marcó distancia del dogmatismo de la metafísica que -según Kant- se
había convertido en una serie de afirmaciones sobre temas que van más allá de
la experiencia humana. Intentó entonces llevar a cabo un análisis detallado de
la facultad humana de conocer, es decir, un examen crítico de la razón pura, de
la razón desvinculada de lo sensible (Crítica de la razón pura, 1781-1787).
Para ello es decisivo el presupuesto epistemológico de Kant de que al ser
humano la realidad no se le presenta tal como es realmente (en sí), sino tal
como se le aparece debido a la estructura específica de su facultad de
conocimiento.
Como el conocimiento científico también depende siempre de la
experiencia, el hombre no puede emitir juicios sobre cosas que no están dadas
por las sensaciones (tales como «Dios», «alma», «universo», «todo», etc.) Por
ello Kant dedujo que la metafísica tradicional no es posible, porque el ser
humano no dispone de la facultad de formar un concepto basándose en la
experiencia sensible de lo espiritual, que es la única que permitiría la
verificación de las hipótesis metafísicas. Como el pensar no dispone de ningún
conocimiento de la realidad en este aspecto, estos asuntos siempre permanecerán
en el ámbito de lo especulativo-constructivo. Entonces, por principio, no es posible
según Kant decidir racionalmente sobre preguntas centrales tales como si Dios
existe, si la voluntad es libre o si el alma es inmortal. Las matemáticas y la
física pueden formular juicios sintéticos a priori y, por ello, alcanzar un
conocimiento universal y necesario, un conocimiento científico.
Idealismo alemán[editar]
Desde la crítica kantiana surge el idealismo alemán, representada
sobre todo por Fichte, Schelling y Hegel, y que considera a la realidad como un
acontecimiento espiritual en el que el ser real es superado, siendo integrado
en el ser ideal.
El idealismo alemán recoge el giro trascendental de Kant, es decir
que, en vez de entender la metafísica como la búsqueda de la obtención del
conocimiento objetivo, se ocupa de las condiciones subjetivas de posibilidad de
tal conocimiento. Así, se plantea hasta qué punto el ser humano puede llegar a
reconocer estas evidencias. Sin embargo, rechaza que el conocimiento se limite
a la experiencia posible y a los meros fenómenos, y propone una superación de
esta posición, volviendo a postulados metafísicos que puedan reclamar validez
universal: «conocimiento absoluto» como se decía desde Fichte hasta Hegel. Si
aceptamos que los contenidos del conocimiento sólo valen en relación con el
sujeto -como suponía Kant- y consideramos que esta perspectiva es absoluta, es
decir, es la perspectiva de un sujeto absoluto, entonces el conocimiento válido
para este sujeto absoluto también tiene validez absoluta. A partir de este
planteamiento el idealismo alemán considera que puede superar la contradicción
empírica entre sujeto y objeto, para poder captar lo absoluto.
Hegel sostiene que de una identidad pura y absoluta no puede
surgir o entenderse una diferencia (esa identidad sería como «la noche, en la
que todas las vacas son negras»): no explicaría la realidad en toda su
diversidad. Por eso «la identidad de lo absoluto» debe entenderse como que está
desde su origen ya que contiene en sí la posibilidad y la necesidad de una
diferenciación. Esto implica que lo absoluto se realiza en su identidad por el
plasmado y la superación de momentos no idénticos, esto es, la identidad
dialéctica. A partir de este planteamiento Hegel desarrolla la Ciencia de la
lógica considerado, tal vez, como el último gran sistema de la metafísica
occidental.
Edad Contemporánea[editar]
Friedrich Nietzsche considera que Platón es el iniciador del
pensamiento metafísico y le hace responsable de la escisión en el ser que
tendrá luego formas variadas pero constantes. La división entre mundo sensible
y mundo inteligible, con su correlato cuerpo-alma, y la preeminencia del
segundo asegurada por la teoría de las Ideas sitúa el mundo verdadero más allá
de los sentidos. Esto deja fuera del pensar el devenir, aquello no apresable en
la división sensible-inteligible por su carácter informe, y que también dejan
escapar las subsiguientes divisiones aristotélicas, como sustancia-accidente y
acto-potencia.
Martin Heidegger dijo que nuestra época es la del «cumplimiento de
la metafísica», pues desde los inicios del pensamiento occidental se han
producido unos determinados resultados que configuran un panorama del que el
pensamiento metafísico no puede ya dar cuenta. El propio éxito de la metafísica
ha conducido fuera de ella. Ante esto, la potencia del pensamiento consiste
precisamente en conocer e intervenir sobre lo conocido. Pero el pensamiento
metafísico carece ya de potencia ya que ha rendido sus últimos frutos.
Heidegger afirmó que la metafísica es «el pensamiento occidental
en la totalidad de su esencia». La utilización del término «esencia» en esta
definición, implica que la técnica para estudiar la metafísica como forma de
pensamiento, es o debe ser la metafísica en el primer sentido antes indicado.
Esto quiere decir que los críticos de la metafísica como esencia del
pensamiento occidental, son conscientes de que no existe una «tierra de nadie»
en que situarse, más allá de esa forma de pensamiento; sólo el estudio atento y
la modificación consciente y rigurosa de las herramientas proporcionadas por la
tradición filosófica, pueden ajustar la potencia del pensamiento a las transformaciones
operadas en aquello que la metafísica estudiaba: el ser, el tiempo, el mundo,
el hombre y su conocer. Pero esa modificación supone a su vez un «salto» que
toda la tradición del pensamiento ha escenificado, ha fingido o soñado dar a lo
largo de su desarrollo. El salto fuera de la metafísica y por tanto, quizá la
revocación de sus consecuencias.
Heidegger caracterizó el discurso metafísico por su impotencia
para pensar la diferencia óntico-ontológica, es decir, la diferencia entre los
entes y el ser. La metafísica refiere al ser el modelo de los entes (las
cosas), pero aquél sería irreductible a éstos: los entes son, pero el ser de
los entes no puede caracterizarse simplemente como éstos. El ser es pensado
como ente supremo, lo que le identifica con Dios; la pulsión ontoteológica es
una constante en el pensamiento occidental. Para Heidegger la metafísica es el
«olvido del ser», y la conciencia de este olvido debe abrir una época nueva,
enfrentada a la posibilidad de expresar lo dejado al margen del pensamiento.
La filosofía analítica fue desde su nacimiento con autores como
Russell y Moore muy escéptica respecto a la posibilidad de una metafísica
sistemática tal y como se había defendido tradicionalmente. Esto se debe a que
el nacimiento de la filosofía analítica se debiera principalmente a un intento
de rebelión contra el idealismo neohegeliano entonces hegemónico en la
Universidad británica. Sería a partir de los años veinte cuando el Círculo de
Viena, ofrecería una crítica total a la metafísica como un conjunto de
proposiciones carentes de significado por no cumplir con los criterios
verificacionistas del significado. No obstante esta posición es hoy minoritaria
en el panorama analítico, donde se ha recuperado el interés por ciertos problemas
clásicos de la metafísica como el de los universales, la existencia de Dios y
otros de tipo ontológico.
El postestructuralismo (Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jacques
Derrida) retoma la crítica de Nietzsche, y argumenta que lo no pensable en la
metafísica es precisamente la «diferencia» en tanto tal. La diferencia, en el
pensar metafísico, queda subordinada a los entes, entre los que se da como una
«relación». La pretensión de «inscribir la diferencia en el concepto»
transformando éste y violentando para ello los límites del pensamiento
occidental aparece ya como una pretensión que lleva a la filosofía más allá de
la metafísica.
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